NUESTRA SEÑORA de la MEDALLA MILAGROSA

Fiesta 27 de noviembre

Breve historia de la advocación

Catalina Labouré ingresa a los 24 años en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul (Vicentinas) en París, Francia. A los tres meses, tiene lugar el encuentro con la Santísima Virgen, en la capilla privada de la casa Madre de las Hermanas (Calle del Bac. 140, Paris). En este lugar, la Santisima Virgen mostró el modelo de la medalla milagrosa, allí sigue derramando sus gracias a todos los que piden con confianza. Luego de una vida oculta y dedicada por entero al servicio de los pobres, Catalina Labouré, murió en Paris el 31 de Diciembre de 1876. Fue Canonizada por el Papa Pio XII en 1947. Su fiesta se celebra el 28 de Noviembre.
Primera Aparición
A las 23:30 hs. del 18 de Julio de 1830 un Ángel en forma de niño la despierta con una muy buena noticia: "La Virgen te espera en la Capilla". Siguiendo a su guía, que todo lo ilumina a su paso, Catalina llega a la Capilla. Se detiene ante el comulgatorio, entonces, arrodillándose en las gradas del altar con las manos apoyadas sobre las rodillas de la Virgen, vivió el momento más feliz de su vida. En diálogo confidencial, de una madre con su hija, María le dice: "Dios quiere confiarte una misión, tendrás que sufrir mucho. Pero no tengas miedo". Con el anuncio de los malos tiempos que se acercan, de revoluciones y muerte, la Virgen señala un camino abierto a la esperanza: La Eucaristía.
"Vengan a los pies de este altar; aquí las gracias se derramarán sobre todas las personas que las pidan llenas de confianza y con fervor"
Segunda Aparición
El 27 de Noviembre de 1830 La Virgen Inmaculada se le aparece a Sor Catalina en la Capilla, durante la oración de la tarde. La manifestación celestial se presenta en tres escenas o momentos.
En la primer escena: María se presenta de pie sobre una semiesfera terrestre, aplastando con sus pies a una serpiente. Entre sus manos, a la altura del pecho, sostiene una pequeña esfera dorada que eleva y ofrece a Dios. En ese momento la Virgen bajó su mirada a los ojos de Sor Catalina. Entonces entendió sus palabras: "La pequeña esfera representa al mundo y a cada uno de nosotros, a quienes tiene siempre muy cerca de su corazón maternal"
Segunda escena: Unos rayos de luz salen de las manos de María e iluminan el globo de la tierra sobre los que se asientan sus pies. Catalina oye una voz que le dice: "Estos rayos son símbolo de las gracias que María alcanza a cuantos se las piden". A la Virgen le agrada escuchar nuestras plegarias, y sabe ser generosa con las personas que la invocan. Después, en torno a la aparición se forma un óvalo a la manera de medalla. Y Catalina observa cómo se inscribe en letras de oro una invocación a la Inmaculada Concepción, desconocida hasta enconces: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos"
Tercera Escena: A continuación, la Medalla hizo un giro y Catalina vio la cara del reverso. En la parte superior una cruz corona la inicial del nombre de María. Debajo dos corazones: uno rodeado de espinas; el otro atravesado por una espada. En ese momento Catalina escucha claramente las palabras que detallan y explican la misión que la Santísima Virgen María quería conferirle: "Haz acuñar una medalla según este modelo. Las gracias serán abundantes para las personas que la lleven con confianza".
Tercera Aparición
La Santísima Virgen se aparece de nuevo a Sor Catalina mientras las Hermanas hacían la oración a las cinco de la tarde, en la Capilla. Esta aparición recuerda y confirma a Catalina en la misión del 27 de noviembre: “Haz acuñar un Medalla según este modelo“. Y mientras la vidente intentaba descifrar el significado del reverso de la Medalla, escucha una voz: “La letra M y los dos corazones son lo bastante elocuentes” En ellos contemplamos el amor y el dolor redentor de Cristo, compartidos por María al pie de la cruz; y también el signo del amor de una llamada que espera el amor de una respuesta.


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Oraciones

Consagración a Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.
¡Oh María, sin pecado concebida! Ruega por nosotros que recurrimos a Vos.


Para dar gracias por un favor recibido
¡Oh dulce y gloriosísima Virgen María! He dirigido mis humildes súplicas a vuestro trono, y he conocido por experiencia que nunca se os invoca en vano; que vuestros ojos miran complacidos a quien en vuestra presencia se postra; que vuestros oídos están atentos a nuestras plegarias; que vuestras manos vierten bendiciones a torrentes sobre el mundo entero, y en particular sobre los que llevan con confianza la Medalla Milagrosa. ¿Cómo pagaros, Madre Inmaculada, tanto favor? De ningún modo mejor que proclamando vuestra bondad y difundiendo por todas partes vuestra bendita Medalla, como me propongo hacerlo desde este día en testimonio de mi agradecimiento y de mi amor. Dadme gracia, Madre mía, para llevarlo a cabo.


Para obtener la curación de un enfermo
¡Oh María, sin pecado concebida, cuya inmensa bondad y tierna misericordia no excluye el alivio de este amargo fruto de la culpa que se llama enfermedad de la cual es con frecuencia víctima nuestro miserable cuerpo! ¡Oh Madre piadosa, a quien la Iglesia llama confiada ¡Salud de los enfermos! Aquí me tenéis implorando vuestro favor. Lo que tantos afligidos obtenían por la palabra de vuestro Hijo Jesús, obténgalo este querido enfermo, que os recomiendo, mediante la aplicación de vuestra Medalla. Que su eficacia, tantas veces probada y reconocida en todo el mundo, se manifieste una vez más: para que cuantos seamos testigos de este nuevo favor vuestro, podamos exclamar agradecidos: La Medalla Milagrosa le ha curado.


Para obtener una gracia especial
¡Oh María, consuelo de cuantos os invocan!. Escuchad benigna la confiada oración que en mi necesidad elevo al trono de vuestra misericordia. ¿A quién podré recurrir mejor que a Vos, Virgen bendita, que sólo respiráis dignidad y clemencia, que dueña de todos los bienes de Dios, sólo pensáis en difundirlos en torno vuestro? Sed pues mi amparo, mi esperanza en esta ocasión; y ya que devotamente pende de mi cuello la Medalla Milagrosa, prenda inestimable de vuestro amor, concededme, Madre Inmaculada, concededme la gracia que con tanta insistencia os pido.


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