NUESTRA SEÑORA de CHIQUINQUIRÁ

Patrona de Colombia
Fiesta 9 de julio

Breve historia de la advocación

Sobre una rústica tela de algodón de procedencia indígena, el artista Alonso de Narváez pintó una imagen de la Virgen del Rosario. Como el lienzo era casi cuadrado (44 pulgadas de alto por 49 de ancho), el artista balanceó y compuso el espacio agregando, a los lados de la Virgen del Rosario, las imágenes de san Antonio de Padua y de san Andrés apóstol.
En 1562 el cuadro fue colocado en una capilla techada de paja en la que se filtraba la lluvia y con ella la humedad del ambiente. Esto, unido a la acción del aire y el sol dejaron la pintura en tan mal estado que muy pronto era ya imposible reconocer lo que había sido pintado en ella. En 1577 la deteriorada imagen fue llevada al sitio de Chiquinquirá y abandonada en el cuarto que tiempo atrás sirviera de oratorio a la familia. Ocho años más tarde llegó a este lugar María Ramos, una piadosa sevillana, quien después de arreglar y limpiar la modesta capilla colocada en ella el borroso lienzo que un día llevara la imagen de la Virgen del Rosario. El viernes 26 de diciembre de 1586 la imagen recobró prodigiosamente su color y su brillo original en una restauración instantánea, que cerró los rasguños y agujeros de la tela cubriéndolos de luz y color.
La Virgen del Rosario que ocupa el centro del cuadro mide aproximadamente un metro de alto; su mirada se vuelve hacia la izquierda, desviando la atención hacia el Niño casi desnudo que lleva en sus brazos. Es una imagen serena cuya delicada sonrisa irradia gran dulzura. El color de su rostro es pálido, lo mismo que el del Niño. Curiosamente, éste lleva en la mano derecha un pajarito de vivo plumaje que un cordel sujeta a su dedo pulgar y de la mano izquierda deja colgar un pequeño rosario.
Al lienzo se le han superpuesto dos coronas, un cetro, dos rosarios y 27 escudos de oro que dan un hermoso relieve al cuadro, cuyo marco, formado por semicircunferencias de plata, porta las insignias de la condecoración presidencial. Durante trescientos años el cuadro de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se presentó a los fieles sin protección alguna, contándose por millares los objetos que anualmente tocaban la endeble tela de algodón. Los devotos usaban largas varas o cañas para hacer llegar hasta el bendito lienzo diversos objetos de devoción. Es algo realmente admirable que la tela se conserve intacta, a pesar de que tanta manipulación, por fuerza debió haber destruido totalmente el frágil tejido de algodón.
El Papa Pío VII la declaró patrona de Colombia en 1829, concediéndole fiesta litúrgica propia. "La Chinita" como la llama de su pueblo, fue coronada canónicamente en 1919 y su santuario declarado Basílica en 1927.

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Oraciones

Oración a Nuestra Señora de Chiquinquirá

Ruego por nosotros ahora. Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios, rencores y la reconciliación de todos los hermanos. Que cese la violencia, que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad. Te lo pedimos a ti, a quien invocamos como Reina de la Paz. Sé para nosotros puerta del cielo, vida, dulzura y esperanza, para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

Otra oración

¡Oh incomparable Señora del Rosario de Chiquinquirá! Madre de Dios,
Reina de los   ángeles, abogada de los pecadores, refugio
y consuelo de los afligidos y   atribulados.
Virgen Santísima, llena de poder y de bondad, lanzó sobre nosotros
una mirada favorable para que seamos socorridos por Vos
en todas las necesidades   que nos encontramos.
Acordaos, ¡Oh clementísima Señora del Rosario!, que
nunca se oyó decir que alguien que haya recurrido a Vos,
invocado vuestro  santísimo nombre, e implorado vuestra singular protección,
Fuese por Vos.  abandonado. Animados con esta confianza, a Vos recurrimos.
Os tomamos desde hoy   y para siempre por Madre nuestra,
nuestra protectora, consuelo y guía,
esperanza   y luz en la hora de la muerte. 
Libradnos de todo aquello que pueda ofenderos.
ya  vuestro Santísimo Hijo, Jesús.
Preservadnos de todos los peligros del alma.
y del   cuerpo; dirigidnos en todos los negocios espirituales y temporales;
libradnos de   la tentación del demonio, para que andando
por el camino de la virtud, podemos  un día veros y amaros
en la eterna gloria, por todos los siglos de los siglos. Amén.


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