San Agustín de Hipona

Obispo de Hipona y Doctor de la Iglesia (354-430),
Llamado "Doctor de la Gracia"

Fiesta: 28 de agosto


BIOGRAFÍA BREVE

Agustín (354-430), argelino, nació de padre pagano llamado Patricio, y de madre cristiana de nombre Mónica. Se educó en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. En su juventud se dejó arrastrar por los malos ejemplos y, hasta los 32 años, llevó una vida licenciosa. 
A través de la poderosa intercesión de su madre Santa Mónica, la gracia triunfó en la vida de San Agustín. Comenzó a ser profundamente impactado por los sermones de San Ambrosio en el Cristianismo. San Agustín fue bautizado en la fe Católica en el año 387. Poco después de su bautismo, su madre cayó muy enferma y falleció a los 56 años, cuando San Agustín tenía 33. Ella le manifestó a su hijo que no se preocupara acerca del lugar en donde sería enterrada, sino que solo la recordara siempre que acudiera al altar de Dios. Estas fueron unas palabras preciosas evocadas desde el corazón de una madre que tenía una profunda fe y convicción. Fue ordenado presbítero de Hipona en el año 391 y obispo de la ciudad en el 395. El día 24 de agosto de 410 entraron en Roma, por la puerta Salaria, las tropas de Alarico, saqueándola a hierro y fuego. Esta desgracia motivó que Agustín predicase su Sermón sobre la caída de Roma y escribiera La ciudad de Dios
San Agustin falleció los 72 años de edad, de los cuales había pasado casi 40 consagrado al servicio de Dios. Su autobiografía más famosa es Confesiones de San Agustín.

ORACIONES

Oración de San Agustín
¡Tarde te amé, belleza infinita tarde te amé,
Tarde te ame belleza siempre antigua y siempre nueva!
Y supe, Señor que estabas en mi alma y yo estaba fuera, así te buscaba mirando la belleza de lo creado.
¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te ame, tarde te ame, belleza siempre antigua y siempre nueva!.
Señor tu me llamaste, tu voz a mi llegó, curando mi sordera con tu luz brillaste cambiando mi ceguera en un resplandor, ¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te ame, tarde te ame, belleza siempre antigua y siempre nueva!.
Tu estabas conmigo, mas yo buscaba fuera y no te encontraba, era un prisionero de tus criaturas, lejos de Ti.
¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te ame, tarde te ame, belleza siempre antigua y siempre nueva!.
 Hasta mí, ha llegado el aroma de tu gracia, por fin respiré, Señor yo te he buscado, siento hambre y sed, ansío tu paz.
¡Tarde te amé belleza infinita, tarde te ame, tarde te ame, belleza siempre antigua y siempre nueva!.



Oración a San Agustín compuesta por Juan Pablo II

¡Oh gran Agustín, nuestro padre y maestro!, conocedor de los luminosos caminos de Dios, y también de las tortuosas sendas de los hombres, admiramos las maravillas que la gracia divina obró en ti, convirtiéndote en testigo apasionado de la verdad y del bien, al servicio de los hermanos.
Al inicio de un nuevo milenio, marcado por la cruz de Cristo, enséñanos a leer la historia a la luz de la Providencia divina, que guía los acontecimientos hacia el encuentro definitivo con el Padre.
Oriéntanos hacia metas de paz, alimentando en nuestro corazón tu mismo anhelo por aquellos valores sobre los que es posible construir, con la fuerza que viene de Dios, la "ciudad" a medida del hombre.
La profunda doctrina que con estudio amoroso y paciente sacaste de los manantiales
siempre vivos de la Escritura ilumine a los que hoy sufren la tentación de espejismos alienantes.
Obtén para ellos la valentía de emprender el camino hacia el "hombre interior", en el que los espera el único que puede dar paz a nuestro corazón inquieto.
Muchos de nuestros contemporáneos parecen haber perdido la esperanza de poder encontrar, entre las numerosas ideologías opuestas, la verdad, de la que, a pesar de todo, sienten una profunda nostalgia en lo más íntimo de su ser.
Enséñales a no dejar nunca de buscarla con la certeza de que, al final, su esfuerzo obtendrá como premio el encuentro, que los saciará, con la Verdad suprema, fuente de toda verdad creada.
Por último, ¡oh san Agustín!, transmítenos también a nosotros una chispa de aquel ardiente amor a la Iglesia, Católica; madre de los santos, que sostuvo y animó los trabajos de tu largo ministerio.
Haz que, caminando juntos bajo la guía de los pastores legítimos, lleguemos a la gloria de la patria celestial donde, con todos los bienaventurados, podremos unirnos al cántico nuevo del aleluya sin fin.
Amén.